Cocinar: ese patrimonio cultural

La pausa que da sentido al grito.

Hay libros que nacen de la reflexión, y otros que nacen del fuego.

Cocinar: ese patrimonio cultural nació de ambos.

Fue, en realidad, el punto de partida. Antes de Cocinar es un acto político, ya estaba esta semilla: la idea de que la cocina es una forma de memoria, un territorio cultural que nos une, una práctica que dice más de nosotros que cualquier discurso.

Mientras uno fue el grito, este es la pausa. La respiración profunda que invita a pensar por qué cocinamos, qué significa hacerlo y qué nos une cuando compartimos un plato.


La cocina en la mesa de la cultura

Durante años, la cocina fue relegada a los márgenes del pensamiento cultural. Se la consideró un oficio, una rutina doméstica o una cuestión técnica. Pero la cocina es también una manera de narrar el mundo: un espacio donde conviven el arte, la historia, la ciencia y la identidad.

Por eso este libro busca instalar la cocina en la mesa de discusión sobre la cultura. Porque cada alimento, cada receta, cada modo de preparar un fuego o amasar un pan, encierra siglos de saberes, resistencias y herencias invisibles.



Patrimonio material e inmaterial

El texto propone una mirada sobre la cocina como patrimonio que habita la encrucijada entre lo material y lo inmaterial.

Entre los objetos —ollas, utensilios, hornos, cuchillos— y los gestos —amasar, hervir, servir, compartir—.

Entre el alimento y el relato, entre la técnica y el rito.

La cocina es, al mismo tiempo, artefacto y ceremonia.

Y reconocerlo no es un gesto académico, sino una forma de volver a mirar lo cotidiano con respeto y admiración.



Un libro reflexivo, con fuego interior

Cocinar: ese patrimonio cultural es un libro reflexivo, más ensayístico y literario que su “hijo” rebelde, Cocinar es un acto político.

Ambos forman parte de un mismo fuego: uno ilumina, el otro incendia.

Uno interpela, el otro abraza.

Y en esa tensión se encuentra una idea simple pero poderosa: cocinar también es un acto de memoria, de amor y de identidad.



Doce recetas para recordar quiénes somos

El libro cierra con doce recetas de patrimonio latinoamericano —desde el locro hasta el mole poblano, desde la feijoada brasileña hasta el arroz con leche de nuestras infancias—.

No son simples preparaciones, sino testimonios de una historia común, un modo de reconocernos en los sabores compartidos del continente.



Una invitación

Este libro no busca enseñar a cocinar, sino a pensar desde la cocina.

Es una invitación a volver a las raíces, a mirar el plato con otros ojos y a entender que cada fuego encendido es una forma de preservar la cultura.

Porque si cocinar es un acto político, reconocer la cocina como patrimonio cultural es un acto de amor.



📖 Cocinar: ese patrimonio cultural

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